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Esta estrategia se ha derramado por doquier. Hoy Facebok, por ejemplo, ofrece 54 opciones de género a sus usuarios a la hora de abrir un perfi en la red social. » El listado parece una broma se trata de la «multiplicación paródica» de la identidad. Entre otas opciones, uno encuentra: «Poliamoroso», «Poliamorosa, «Prasamorosx», «Puto», «Torta», «Trava», «Mujer heteroflexible», «Varón heteroflexible», «Lesboflexible», «Neutro», «Ninguno».

En la red social de citas Tinder, la cantidad de opciones son 27,y los medios tuvieron que sacar notas de prensa explicando qué significaba cada una. Por ejemplo: un «Andrógino» es una «perso-na cuya identidad está conformada por rasgos tanto masculinos como femeninos», pero un «Androgynous» es una «persona que se siente identificada con la estética andrógina sin que esto le tenga por qué convertir en andrógina» (¿?). Por otra parte, tenemos la opción «Neutrois», que sería aquella persona «cuya identidad no está conformada por ningún rasgo masculino ni femenino».

Pero a continuación el listado nos ofrece la identidad «Neither», que se define como aquella identidad que «no se ajusta en su totalidad a la división binaria tradicional hombre/mujer». Para agregar confusión, la siguiente es «No-binario», que sería una «persona transgénero» que «no se siente ni hombre ni mujer»(¿marciano, acaso?).

Y Nọ obstante, más adelante nos topamos con otras opciones que confunden todavía más: la identidad «Dos es-piritus» correspondería a «personas que alternan actitudes masculinas y femeninas, tanto a nivel estético como a nivel social o sexual. Es dificil diferenciar esta alternativa de la opción «Bige-nero, que alude a la «persona que se identifica con dos géneros pudiendo oscilar su identificación en un mayor grado hacia uno de los dos». Y para empeorar todavía más el asunto, hacia el final se nos ofrece ser «Pangénero», que sería aquel que se «identifica con todas las etiquetas existentes a la vez y sin que ninguna de ellas se imponga sobre el resto». Esto es muy difícil de concebir si observamos que las categorias se excluyen necesariamente entre si. Por ejemplo, ¿cómo puedo ser «Pangénero» si eso me lleva a ser, al mismo tiempo, «Agénero» («persona que no se identifica con ningún género») y «Bigénero» («persona que se identifica con dos géneros»),168

Toda esta confusión, todo este pastiche absurdo, alevosamente autocontradictorio, ilustra la condición de la identidad en la era posmoderna. La multiplicación paródica imposibilita que la identidad sea estable. El individuo queda mareado frente a una avalancha de opciones que lo desbordan. La persona queda sin saber siquiera quién es. ¿Y hay alguien más abierto a la manipulación que aquel que no sabe ni siquiera quién es? Precisa la filósofa Ana Marta González que «el típico problema postmoderno de la identidad se refiere sobre todo a cómo evitarla, cómo mantener siempre todas las opciones abiertas, sin comprometerse con ninguna en particular»!» Por esto mismo, nuestros tiempos posmodernos son decididamente adolescentes. La dificultad para lograr la continuidad de la mismidad a la que se enfrenta el adolescente ya no corresponde a un rango etario particular, sino que acecha a cualquiera. Es nuestra sociedad la que se ha vuelto adolescente; es nuestra sociedad la que ha creado condiciones en las que lograr una identidad sólida y concreta resulta muy difícil para los individuos. Por eso el asunto de la identidad, otrora vinculado sobre todo a la adolescencia, como vimos con Erikson, se convirtió en uno de los tópicos más importantes del siglo XXI.

Por Agustín Laje. Libro Generación Idiota. 

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