Donde se encuentra un docente habita la esperanza, la ilusión y los sueños de miles de niños, niñas y jóvenes. Gracias al tesón y compromiso de los maestros se labran nuevos rumbos para el país.

Las maestras y maestros son figuras esenciales en la formación de los niños, niñas y jóvenes, varios tienen grandes historias que inspiran, motivan y dejan huellas inolvidables en las vidas de sus estudiantes. En Chimborazo, Cotopaxi, Pastaza y Tungurahua son 22.297 educadores de los sostenimientos fiscales, fiscomisionales, municipales y particulares que día a día se esfuerzan en el desarrollo educativo.

Byron Caicedo, docente de la Unidad Educativa Simón Rodríguez de la provincia de Cotopaxi labora 30 años en este plantel que oferta el Bachillerato Técnico. Con un overol de trabajo, una pala y una sonrisa en su rostro manifiesta que la experiencia crea ciencia: “Debemos ser dignos de esta profesión, ser maestros de vocación, pero sobre todo de corazón. Siempre motivo a los estudiantes a través de mis vivencias, les he compartido ejemplos claros y demostrado que nuestra institución forma seres humanos para la vida, para que puedan defenderse creando sus propias microempresas y emprendimientos”.

Para Raúl Trujillo, docente de Lengua y Literatura de la Unidad Educativa Juan Bautista La Salle de la provincia de Tungurahua, su trayectoria de 25 años le ha permitido crecer como profesional y ser humano: “Escribí en periódicos y realicé una publicación de un libro del Ministerio de Educación, redacto poesía y me gusta la oratoria y declamación, todo lo que realizo lo hago con amor y pasión y eso les trasmito a mis alumnos. Para mí ser docente es el mejor regalo de Dios, cuando inició la pandemia fue un reto inmenso, pero con paciencia y empeño logré motivar a mis estudiantes para que sigan preparándose”.

Loina Jordán, maestra de la Unidad Educativa Andoas en la provincia de Pastaza, decidió ser docente desde niña, formar parte de un número grande de hermanos la inspiró para poder enseñar: “Esta es una profesión privilegiada, hay que tener un verdadero don, compartir nuestros conocimientos es realmente gratificante y satisfactorio. Gracias a esta profesión he obtenido varios títulos académicos”, aseguró.

Andrés Huebla, docente de la Unidad Educativa Intercultural Bilingüe Interandina, de la parroquia San Juan de la provincia de Chimborazo, ejerce su profesión durante 34 años. Vive en ese sector y se siente parte de la comunidad, pues conoce su realidad, por eso con vocación y empeño ayuda a los jóvenes a su desarrollo integral y anhela que sus alumnos avancen sus estudios de nivel superior y obtengan un título: “La mejor recompensa para un educador es ver realizados a sus estudiantes. Por eso, a mis compañeros docentes quiero decirles que disfruten.

del trabajo que hacen con los alumnos, comprométanse con ellos, y pues necesitamos un país

con jóvenes que busquen la transformación”. Lo que estas cuatro historias demuestran a la comunidad educativa es que con pasión todo es posible y lo que se hace con el corazón se transforma en fantásticos momentos en las aulas y enseñanzas que durarán toda la vida.

Con el eje de gestión “Fuertes”, el Ministerio de Educación fortalece el plan de revalorización y formación de docentes y directivos, con pertinencia local y articulado con la academia.

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